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 [Recordando] Wolfenstein: The Old Blood


Por: Carlos Saravia


Recordando


Todos tenemos amigos queridos a los que perdonamos pensamientos radicales, hasta cierto punto, solo por el cariño y la amistad. Yo quería mucho al Pelao Müller, pero tiene cierta admiración cuestionable hacia el pasado de su familia. Empezó a manifestarlo con mayor entusiasmo gracias a que un día como hoy 5 de mayo, pero del año 2015, Bethesda Softworks lanzó el videojuego desarrollado por Machine Games: Wolfenstein: The Old Blood.

En un comienzo desconocía los motivos que impulsaban a mi amigo a jugar un shooter en primera persona de acción y aventura sin multiplayer. ¿Tan bueno era el modo campaña? No. Entendí la conducta del Pelao Müller una vez que me enteré de una curiosidad en esta décima entrega de la saga Wolfenstein: hay un periódico en el juego anunciando que el desembarco de Normandía fue un fracaso para los aliados. ¡Es 1946 y los nazis aún no pierden! A mi amigo le gusta la esvástica. 

El juego es sencillo, matar oleadas de nazis, algo de modo sigilo, eliminar algunos animales de manera un tanto gore y eliminar a uno que otro jefe interesante. Si bien el héroe del juego, Blazkowicz, es norteamericano, lo que atraía al Pelao era el avance del imperio nazi poniendo sus banderas por todas partes. En esta entrega, precuela de The New Order, puedes armar tus dos manos con armas de fuego o con unos curiosos tubos. Son pintorescos. Feliz usaría unos para hacerle entender la diferencia entre el bien y el mal a mi obseso amigo.

No juzgué al Pelao Müller cuando me dijo que sentía cosas por Helga Von Schabbs, antagonista de este FPS, pero me perdió cuando al discutir sobre historia universal, exclamó: «¡Solo fueron seis millones!». Me puse como The Flesh Golem y lo mandé al carajo. Nunca más hablamos.

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