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 [Recordando] Crimson Tears


Por: Carlos Saravia


Recordando


A lo largo de la historia, los otakus han tenido una evolución de personaje interesante… y mi prima Alexia también. Su gran evento canónico comenzó gracias a que, un día como hoy —22 de abril, pero del año 2004—, Capcom lanzó Crimson Tears, un juego desarrollado por Spike y Dream Factory.

Yo la iba a visitar y ella siempre estaba jugando en la Play 2 ese beat 'em up de ciencia ficción con toques de RPG. «¡Mira! ¡Mira! Los gráficos son como de animé», decía. La veía escoger entre los tres mutanoides con un entusiasmo único en su apagada vida. Le gustaba el maltrecho Tokio del 2049 y las mazmorras que cambiaban aleatoriamente a medida que avanzaba en el juego. 

Nunca fuimos al mismo colegio, pero por la época puedo imaginar que su manera de lidiar con el acoso escolar era agarrar a charchazos a esos enemigos debiluchos: soldados samuráis del futuro, monstruos o los temidos jefes, usando la gran variedad de combos que ofrecía la mutanoide Ámbar

No me hablaba de matemáticas, ni de historia, ni de sus compañeros, ni de las marcas en su antebrazo, pero sí me explicaba cómo subía de nivel a los personajes, cómo mejoraba sus aptitudes de combate practicando combos, y cuál era su estrategia al elegir las armas que se iba a equipar... «¡Mira! Si le da calor se vuelve loco», me comentaba, concentrada, en voz baja. La pantalla se ponía roja, y yo creo que su visión también. No usaba objetos de enfriamiento, y eso mermaba significativamente su salud. Creo que dejaba de respirar. 
Sentado a su lado, me daba la impresión de que iba a llorar en cualquier momento. Había que tener cuidado con el veneno de los enemigos. Yo le decía que lo esquivara, pero no lo hacía. Cuando uno moría, podía rescatar al personaje con otro de los disponibles. Me pasaba el joystick para que la rescatara, pero pocas veces pude. ¡Solo daban dos minutos! Ella se molestaba conmigo, pero no tanto, supongo.
No todo fue oscuro para mi primita Alexia. Más tarde, cuando dejó de obsesionarse con las armas de bioingeniería y llegó mejor internet a la casa, vio Evangelion y Ghost in the Shell. Entonces, curiosamente, empezó a hablar más con sus compañeros, a sonreír más y a ser feliz.

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